
El impacto económico de las políticas ambientales
En la pasada reunión del Foro Económico Mundial, celebrada como cada inicio de año en la ciudad de Davos Suiza, se lanzó una nueva iniciativa para conocer y evaluar mejor el impacto ambiental de las empresas. Dicha iniciativa permitirá a las compañías informar, a través de métricas previamente establecidas, sobre estándares de empleo, productividad e innovación vinculados al medio ambiente, en línea con los objetivos de desarrollo sustentable de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
Las nuevas métricas fueron generadas y son promovidas por el International Business Council (IBC) perteneciente al Foro Económico Mundial, y se enfocan en cuatro principales aspectos: gobernanza, planeta, población y prosperidad. Incluyen también una nueva taxonomía de la Unión Europea para definir nuevas políticas ecológicas.
Los efectos económicos de las políticas ambientales, ya sea por parte de empresas o de gobiernos, dependen de qué tan rigurosas sean éstas. Según refiere The Economist, “uno de los secretos más bien guardados de la economía ambiental es que a la fecha nadie ha desarrollado una buena métrica para medir lo estricto de las políticas ambientales”.
Estos rezagos en la medición se manifiestan negativamente en la imposibilidad de captar los efectos en productividad de los llamados servicios ambientales, como son la disposición de la basura y la limpieza del aire. Al respecto, es importante subrayar que las políticas ambientalistas influyen en el acervo de capital de las empresas, haciendo obsoletas algunas tecnologías, situación que también es una asignatura pendiente de medirse.
Hoy en día las políticas ambientales abarcan, cada vez más, aspectos que van desde el control de emisiones de los vehículos, requerimientos de limpieza de las aguas residuales, hasta las normas que controlan los centros de generación de energía (eléctrica, nuclear, etc.). Los llamados diseñadores de políticas públicas (policy makers) necesitan conocer, no sólo el impacto de las políticas a nivel empresa, sino también cuáles son las consecuencias de la toma de decisiones a nivel integral en la economía.
Investigadores de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos) construyeron un conjunto de datos integral (¿Do environmental policies matter for productivity growth? Silvia Albrizio y otros. OCDE 2014) sobre la rigurosidad de las políticas ambientales de los países miembros y su efecto en la productividad. Los autores parten del hecho de que las cuentas nacionales están incompletas debido a que no reflejan el impacto económico de las políticas ambientales. El estudio presenta un índice que mide qué tan estrictas son las políticas ambientales (índice de rigurosidad) basado éste, en el precio explícito o implícito de dichas políticas.
Cuando el precio está explícito, digamos el pago por un permiso para contaminar, el cálculo es exacto. Sin embargo, si el precio está implícito, como sería el caso de restricciones a las emisiones vehiculares, no hay una estimación precisa. Para resolver este problema, los autores estimaron un ranking basado en una escala de cero a seis, en donde cero significa ausencia de políticas y seis representa el máximo nivel de exigencia de una medida ambiental.
Los investigadores de la OCDE combinaron el ranking mencionado con otros bancos de datos y así crearon un indicador compuesto de la “rigurosidad de las políticas ambientales” para 24 países de la OCDE de 1990 a 2012. Para dimensionar el impacto económico de las medidas ambientales en las empresas manufactureras, aplicaron el índice calculado a la base de datos ORBIS, que incluye cerca de 360 millones de empresas privadas.
Los resultados encontrados no sorprenden. Las políticas ambientales más estrictas están en los países nórdicos y en los Países Bajos; las más laxas en Grecia y en Irlanda. El UK y EUA están cerca del promedio de la OCDE. Cabe mencionar que las políticas se han vuelto cada vez más estrictas desde 1990. Algo de lo que se encontró y que es verdaderamente importante, es el hecho de que las políticas ambientales no afectan la productividad total de la economía.
Lo anterior lo explica Michael Porter del Instituto de Competitividad de la Universidad de Harvard, cuando afirma que las reglas ambientales impulsan a las empresas a invertir más en eficiencia y en innovación en mayor medida que si no existiesen. El estudio mostró que el pasar del nivel más bajo de rigor (Grecia) al más alto (Dinamarca) se impulsa la productividad de las empresas manufactureras más importantes entre 0.2 y 0.6%, pero se reduce la productividad de las menos productivas entre 0.1 y 0.3%. La productividad total se mantiene entonces inalterada como efecto de las políticas ambientales.
El Foro Económico Mundial hace muy bien en promover un crecimiento económico sustentable alineando sus recomendaciones con los objetivos de desarrollo de la ONU. Es importante que en sus recomendaciones tome en cuenta estudios como el de la OCDE y el del Instituto de Competitividad de Harvard, y que sugiera a los países ser más selectivo en la implementación de las políticas ecológicas, para obtener los resultados deseados en materia de productividad.
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